El
año 2016 no venía fácil para el peronismo. En diciembre del 2015
había asumido Mauricio Macri a la presidencia y el Estado argentino
había quedado en manos de un grupo de empresarios, especuladores,
banqueros y empleados de empresas imperialistas. Habían logrado
ganar las elecciones y desplegaban su programa antinacional,
desindustrializador y de endeudamiento. Los efectos de ese desatino
aún no habían comenzado a sentirse sobre el conjunto social. El
gobierno se satisfacía en considerarse gradualista, mientras la
prensa hegemónica se ufanaba de la “inserción de Argentina en el
mundo.
El diario La Nación informaba sobre “la fuga de diputados kirchneristas”, encabezados por Diego Bossio, quien hasta el 10 de diciembre del año anterior se había desempeñado como administrador de la ANSES. Algunos diputados del interior, como Oscar Romero, Carlos Rubin, Eva Isa, Pablo Kosiner y Guillermo Snopek de algunas provincias norteñas, armaban el Bloque Justicialista “con el argumento de asumir un rol de 'oposición responsable', diferenciandose del kirchnerismo duro”, según describía, no sin regocijo, La Nación del 3 de febrero de ese año..
El diario La Nación informaba sobre “la fuga de diputados kirchneristas”, encabezados por Diego Bossio, quien hasta el 10 de diciembre del año anterior se había desempeñado como administrador de la ANSES. Algunos diputados del interior, como Oscar Romero, Carlos Rubin, Eva Isa, Pablo Kosiner y Guillermo Snopek de algunas provincias norteñas, armaban el Bloque Justicialista “con el argumento de asumir un rol de 'oposición responsable', diferenciandose del kirchnerismo duro”, según describía, no sin regocijo, La Nación del 3 de febrero de ese año..
El
15 de junio, también La Nación afirmaba que “por
el escándalo que desató la detención del ex secretario de Obras
Públicas, José López, otros tres diputados se apartaron del FPV.
Se
trató de tres legisladores misioneros, encabezados por el ex
gobernador provincial Maurice Closs. Los dos restantes son Jorge
Franco y Silvia Risko. Con esta sangría, el bloque del FPV en la
Cámara baja retrocedió de 79 a 76 integrantes”.
Una
semana después, el mismo diario publicaba en su sección política:
“Los
seis diputados del Movimiento Evita se
sumaron al éxodo
en
la bancada kirchnerista que conduce Héctor
Recalde.
Encabezados por Leonardo Grosso, los diputados Andrés Guzmán,
Lucila De Ponti, Remo Carlotto, Araceli Ferreyra y Silvia Horne
anunciaron su salida porque no estaban de acuerdo con defender a
Julio
De Vido.
La salida de los legisladores del Evita provocó una nueva caída en
el número de diputados del bloque, que pasó de 76 a 70 diputados”.
A
su vez, aparecía una dramática información: “Cristina
Kirchner
denunció
a través de su cuenta de Facebook que rompieron a patadas la puerta
de la casa de los padres de Néstor Kirchner en Río Gallegos y
sembró sospechas sobre efectivos de la Policía Metropolitana que
estuvieron en la capital santacruceña. El hecho denunciado por la ex
presidenta se conoce al día siguiente de que se difundiera que la
casa del ministro de
Gobierno bonaerense, Federico
Salvai,
fue revisada por desconocidos que revolvieron todo el lugar. “No es
cualquier lugar. Es la casa de los padres de quien fuera mi
compañero”, señala
la nota, en la que se califica lo sucedido como un hecho
"violento e intimidatorio, que refleja claramente un clima de
época”.
Y
sigue La Nación: “Tras
contar el hecho sucedido en la casa paterna de Kirchner, Cristina
dedicó largos párrafos a criticar el actual clima político y al
Gobierno. Denunció ataques mediáticos y judiciales. Cuestionó,
particularmente, las causas del dólar futuro -en la que está
procesada- y de Fútbol para Todos, en la que fueron procesados
varios ex funcionarios, entre ellos Aníbal Fernández y Jorge
Capitanich”.
Estas
citas del diario del establishment económico y financiero argentino
de aquellos días permite percibir el clima político que vivía el
peronismo derrotado en las urnas: debilitamiento parlamentario, fuga
de diputados del bloque, persecución judicial y policial contra la
ex presidenta y algunos de sus ex funcionarios, entre otras
manifestaciones del revanchismo oligárquico. Algunos pocos
anunciábamos la terrible tormenta que se descargaría sobre el país,
mientras que el movimiento nacional y popular vivía una intensa ola
de escepticismo, oportunismo, desencanto y cinismo disfrazado de
realismo político. El pueblo argentino callaba, comenzaba a gastar
algunos de los ahorros logrados en los doce años anteriores y veía
cómo aumentaban las tarifas del gas, la electricidad, el combustible
y, por ende, el transporte. Aún no habían comenzado a cerrar las
miles de pequeñas y medianas empresas que nuevamente tuvieron que
ceder ante la apertura de las importaciones.
Era
un momento, oscuro, de desbande y desorden, de deserciones y
bandolerismo políticos, como después de Sipe Sipe. Allá el enemigo
realista había propinado una contundente derrota a las fuerzas
patrióticas, minadas por luchas intestinas, ambiciones personales y,
como tantas veces en nuestra historia, la indiferencia de la lejana
Buenos Aires. Cien años después, algo parecido había pasado en ese
año 2015.
Pero
si el impacto, la desmoralización y el derrotismo generados por la
derrota de Sipe Sipe fue respondido por la convocatoria al Congreso
de Tucumán, al año siguiente, con la potente voz de San Martín que
desde Cuyo exigía la declaración de la Independencia, hubo un hecho
en aquel año de 2016 que tuvo, estamos convencidos, un efecto
similar.
El
gobernador Gildo Insfrán, desde Formosa, convocó a unos setenta
dirigentes, intelectuales y políticos del movimiento peronista para
analizar y discutir “la
actualización doctrinaria del Movimiento Justicialista, para
fortalecer las grandes banderas de la Independencia Económica, la
Soberanía Política y la Justicia Social en el siglo XXI, con
sentido federal y en el camino de la Integración Latinoamericana”.
Desde la provincia enclavada en el corazón del viejo Chaco incaico,
donde se mezclan las vertientes del oeste y del este de nuestro norte
argentino, se revoleaba el antiguo poncho colorado de la Patria vieja
y los caudillos. Y el 23 y 24 de junio de 2016 se llevó a cabo el
Encuentro
de Formosa
y se discutió y redactó la Declaración
de Formosa.
Personalmente,
tuve el honor de participar de ese Encuentro y de contribuir con
algunas ideas y propuestas a la Declaración y estoy convencido de
que en esas jornadas comenzó la infatigable marcha del pueblo
argentino y de sus representantes que terminó con la victoria del 27
de octubre de 2019. Es cierto, indudablemente, que la tarde en la que
Alberto Rodríguez Sáa lanzó su firme convicción de que “¡Hay
2019!” se condensó la voluntad nacional de sacarnos de encima la
garrapata que se había apoderado del estado nacional.
Pero
no es menos cierto que el llamado de Gildo Insfrán a reunirnos en
Formosa, a discutir sin condiciones los fundamentos doctrinarios y
políticos del peronismo para volver al poder, detuvo el desbande de
Sipe Sipe, revitalizó a la militancia peronista en su misión y su
destino y, sobre todo, permitió desplegar una propuesta política,
una visión de la Argentina y del continente que es la que, por fin,
vuelve a gobernar el país.
La
Declaración comensaba afirmando:
“Al
modelo liberal, que se representa en el individualismo, el hedonismo,
la acumulación de la riqueza y la expansión del capital financiero,
oponemos otro que se funda en el valor del amor, la equidad, la
solidaridad y la soberanía integral. Surgimos como un proyecto
político-cultural frente a las potencias imperialistas que
pretendían dividirse el mundo y hegemonizarlo. El justicialismo puso
en marcha un proyecto que ponía al Estado al servicio de la
comunidad, regulaba la economía, los servicios, las comunicaciones,
el petróleo, el comercio exterior, las finanzas, entre otras
realizaciones. Esto dio lugar al mayor proceso de inclusión social a
través de derechos y conquistas inéditos para el pueblo. La Nación
consagró soberanía, reemplazando al poder del mercado, de las
oligarquías y de los monopolios internacionales”.
En
el momento en que comenzaba a desplegarse el proyecto
desindustrializador del capital financiero, sosteníamos en Formosa:
“Reivindicamos
el federalismo, la unidad nacional, un proyecto productivo industrial
y sustentable, el pleno empleo, la justa redistribución de la
riqueza material y cultural, una educación liberadora que priorice
el conocimiento de lo propio sobre lo universal y la vigencia de la
democracia social. En definitiva, seguir trabajando por la felicidad
del pueblo y la grandeza de la Patria”.
“Para
ello es necesario cerrar la grieta de la desigualdad. Consideramos
imprescindible revertir el shock distributivo impuesto por el actual
gobierno en favor del capital concentrado, para retomar un modelo que
apuntale la demanda interna y promueva el crecimiento sostenido.
Lograr una distribución equitativa requiere de la acción de un
Estado presente para no caer en la trampa neoliberal del efecto
derrame. El mercado no asigna de manera justa los recursos de una
comunidad, menos aún en una economía fuertemente concentrada y
extranjerizada como la nuestra. Por ende, es necesaria la regulación
del Estado para evitar comportamientos de abuso de poder en perjuicio
de los más débiles”.
“La
economía argentina en sus ciclos de expansión enfrentó situaciones
de restricción externa, debido a una estructura productiva
desequilibrada. Esta restricción estructural solo se supera con
industrialización y más integración regional y no con
endeudamiento externo, sobre todo cuando, mayormente, se destina a
financiar fuga de capitales y gastos corrientes”.
“Planteamos nuestra defensa de un Banco Central que sea parte de un proyecto de desarrollo y no regido por el concepto neoliberal de “independencia”, que en los hechos lo somete a los requerimientos del sector financiero y lo torna funcional a la especulación”.
“Planteamos nuestra defensa de un Banco Central que sea parte de un proyecto de desarrollo y no regido por el concepto neoliberal de “independencia”, que en los hechos lo somete a los requerimientos del sector financiero y lo torna funcional a la especulación”.
Y
ya en el 2016 denunciabamos lo que posteriormente se conoció como
“lawfare”:
“Asimismo,
a la luz de las recientes experiencias latinoamericanas, en las que
el poder judicial resulta un actor central en las estrategias de
debilitamiento de gobiernos democráticamente elegidos, creemos
esencial repensar los límites y las prerrogativas de este poder del
Estado, para que pueda cumplir con su objetivo, que no es otro que
afianzar la justicia en pos del bienestar general”.
Y
se retomaba, en medio de la desorientación, el programa continental
del peronismo:
“La
visión del General Perón planteada en la década del ‘50 del
siglo pasado, según la cual el continentalismo sería la expresión
del futuro mapa político internacional, es hoy una realidad. Munidos
de esta certeza, el Movimiento Nacional Peronista, tiene la
responsabilidad de plantear una política internacional acorde con
sus principios doctrinarios: un modelo de trabajo, producción y
Justicia Social, es decir, colocando al hombre y su medioambiente en
el centro de la construcción del modelo social al que aspiramos”.
“La
enunciación por parte de Perón de la Tercera Posición en el mundo
de la posguerra, implica hoy la afirmación de un modelo político
que en lo internacional, sostenga una organización multipolar, un
sistema económico con base en la Justicia Social y el hombre como
centralidad, en una comunidad internacional organizada. No hay pueblo
que se realice en una comunidad humana que no se realice”.
También
se reinvindicó la figura excepcional del Papa Francisco, en las
jornadas formoseñas:
“Como
lo ha afirmado el Papa Francisco, son dos los peligros que se ciernen
sobre la humanidad. Por un lado, una situación de 'tercera guerra
mundial en cuotas'. Por el otro, la afectación, a partir de un
modelo económico depredador, de la casa común. La articulación de
un modelo social solidario y justo es una responsabilidad que la
política debe asumir de manera concreta para evitar el riesgo de una
humanidad que sucumba ante los intereses financieros, destruyendo de
este modo toda posibilidad de organización social y cultural”.
Y
obviamente Malvinas volvía a estar en el centro de nuestra propuesta
diplomática, como lo ha vuelto a estar con el gobierno de Alberto
Fernández:
“Es
un objetivo del Movimiento peronista la recuperación de las Islas
Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, poniéndole fin a un enclave
colonial en el territorio nacional. Es también objetivo
irrenunciable la preservación del territorio, la biodiversidad y los
recursos naturales que hacen a nuestra soberanía política y
territorial. La causa de Malvinas y el reclamo argentino del
territorio antártico es una causa latinoamericana”.
La
Declaración de Formosa ratificaba el núcleo de la política
peronista: el trabajo y la cultura del trabajo:
El
peronismo nace en defensa de la cultura del trabajo. Reivindica a los
trabajadores como columna vertebral del movimiento. Entiende al
trabajo como organizador comunitario y como un derecho humano
esencial. Propone que la sociedad y el Estado se valgan del capital y
lo reubiquen al servicio de la comunidad y el trabajo”.
La
concepción nacional, popular, humanista y cristiana, que nos legó
Perón, se ha renovado respondiendo a lo largo del camino con
históricas conquistas: el voto femenino, los derechos de la niñez y
la ancianidad, la protección integral de la familia, la gratuidad
universitaria, el desarrollo científico y tecnológico, la
reivindicación de los pueblos originarios, la titularidad
inalienable de los recursos naturales, el matrimonio igualitario,
ente otras.
Y
por supuesto se asumía la herencia y la experiencia de Juan y Eva
Perón y de Néstor y
Cristina:
Cristina:
“Reivindicamos,
por ello, las valiosas conquistas, aún incompletas, obtenidas por
los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que son
patrimonio del pueblo argentino, tendientes a democratizar la
palabra, combatir la concentración de medios y el compromiso con
nuevos contenidos federales, culturales y educativos”.
“Fueron
ellos, encabezados por Perón y Evita, líder de acción y de
intelecto el primero, sensibilidad y amor nuestra inolvidable
compañera. Ambos expresan la síntesis entre razón y corazón, hoy
más válidos que nunca”.
Y,
con esa idea de convocar a una nueva etapa de lucha, la Declaración
de Formosa terminaba diciendo:
“En
definitiva, los argentinos nos encontramos hoy ante la misma
encrucijada histórica que enfrentaron los patriotas de 1816: Patria
o colonia. Ante este dilema, no dudamos que las banderas históricas
del peronismo, enriquecidas con los aportes expresados en este
documento y los que realicen todos los sectores del campo nacional y
popular, constituyen el faro que nos ha de guiar hacia la efectiva
emancipación nuestro pueblo en el Bicentenario de la Independencia”.
“¡Viva
la Patria!”
El
Encuentro de Formosa y la Declaración de Formosa, hace ya cuatro
años, fueron el inicio de esa reconquista del apoyo popular
mayoritario y de esta nueva y difícil etapa que conduce Alberto
Fernández desde la presidencia. Vale la pena recordarlo.
Buenos
Aires, 28 de enero de 2020
1 comentario:
Excelente maestro.
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