En esta página publico los artículos escritos por mí en los últimos años, sobre política argentina, política latinoamericana y política internacional, que considero más interesantes y de actualidad. Visite mi blog con temas periodísticos y literarios http://jfernandezbaraibar.blogspot.com
28 de octubre de 2025
Superar el repliegue popular con un sólido y posible programa de futuro
Después, creo, vienen otras causas: la debilidad de nuestra campaña, nuestros enfrentamientos intestinos sin resolver, la ausencia de una clara respuesta programática a la Argentina real 2025, entre otras.
Las conversaciones de los días miércoles, jueves, viernes y sábado, entre quienes seguimos la política desde el peronismo, eran alrededor del desbarajuste macro y microeconómico que se produciría de ganar Fuerza Patria y perder el gobierno. Y no teníamos una respuesta a lo que podríamos hacer.
El electorado, mayoritariamente, entendió lo mismo y votó para evitar ese desbarajuste, que produciría una vorágine de precios.
Haber desdoblado la elección fue un éxito, además de una necesaria respuesta política al intento de dejar al gobernador de la provincia sin apoyo legislativo. Ello permitió la consolidación de Kicillof en la provincia y dejó expuesta la endeblez de la conducción nacional del PJ.
El gobierno ganó a gatas las elecciones. Pero sigue con el mismo problema: su plan económico es un fracaso, si es siquiera un plan. Nosotros tenemos que presentar claramente un programa superador que no está en el pasado. Desarmar la hegemonía del capital financiero -impuesta sin modificaciones en el país desde los tiempos de Martínez de Hoz y hoy fortalecido por una de las bandas del capital financiero yanqui- debe ser uno de los principales objetivos políticos, se lo presente como se lo presente.
Delimitarnos claramente de la inflación a la cual, con razón o sin ella, hemos quedado pegados. Plantear un nuevo programa que amplíe y diversifique nuestras exportaciones, explicar la necesidad de la incorporación a los BRICS, convencer de que podemos poner nuevamente en movimiento el aparato productivo sin inflación, por lo menos con la misma inflación que la que tenemos.
Cuando digo a la Argentina real 2025 me refiero a las importantes transformaciones que ha sufrido la clase trabajadora -que debe volver a liderar una política de alianzas con los sectores medios urbanos y rurales-, con la aparición de la informalidad, del trabajo en apps, lo que ha modificado al movimiento obrero que conoció históricamente el peronismo. Todo el sistema laboral e impositivo debe ser objeto de una reforma, no a favor del capital como pretende Milei, sino a favor del pueblo, de los trabajadores. Pero eso necesita ser planteado y discutido.
Igualmente, tenemos que discutir cómo hacemos con el permanente chantaje de los sectores exportadores que nos genera una sed de dólares que obligan a maniobras como el cepo y esas cosas. Tenemos que dejar claro, como te dije, que a nosotros tampoco nos gusta la inflación, que nos comprometemos a luchar contra ella y garantizar, no obstante, un mayor desarrollo productivo e industrial.
E imperioso formular nuevas políticas industriales que pongan en movimiento el capital invertido e inmovilizado por las políticas neoliberales financieras, pero que además se despliegue sobre el conjunto del país, con un carácter federal. Tenemos que dar respuesta a la puesta en marcha de nuestros codiciados recursos naturales, poniendo el énfasis en las posibilidades de su industrialización, evitando caer nuevamente en la mera exportación de materias primas. Para ello es nuestro deber, en el futuro más inmediato, restituir la vigencia de un fuerte y sólido estado productivista en condiciones de asociarse con el capital privado en la industrialización de nuestros recursos, así como estado nacional y popular de inversión social, dirigida a solventar el ejercicio de la justicia social, es decir en educación, sanidad, vivienda, previsión social, etc. como línea conductora de los presupuestos nacionales.
Esas son algunas de las cosas que tendremos que discutir de aquí al 27, si queremos ser una alternativa creíble para la mayoría. Es ofreciendo un futuro posible y al alcance de las manos como el movimiento nacional, en alianza con todas las fuerzas dispuestas a asumir este ideario, podrá superar este momento de repliegue popular y de nostalgia por el pasado.
27 de octubre de 2025
17 de octubre de 2025
Un vital sobreviviente de 80 años
En Asia, la entrada en Beijing del Ejército Popular, conducido por Mao Tse Dong y el Partido Comunista Chino, puso a la República Popular China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, junto a los triunfadores de la Segunda Guerra. India, conducida por el Partido del Congreso, conquista su independencia nacional, en 1947. El Viet Minh, liderado por Ho Chi Minh, declaró la independencia de Vietnam en 1945 tras la rendición japonesa y se inicia la guerra de liberación contra el dominio francés que culmina en la batalla de Dien Bien Phu, entre el 13 de marzo y el 7 de mayo de 1954. La victoria aplastante del Việt Minh, al mando del General Võ Nguyên Giáp, forzó a Francia a negociar y puso fin a la guerra. Los líderes nacionalistas Sukarno y Hatta declararon la independencia de Indonesia en 1945, lo que llevó a una guerra revolucionaria contra los Países Bajos, que intentaron restablecer su control. Indonesia obtuvo el reconocimiento internacional de su independencia en 1949.
En Asia Occidental, Siria y Líbano consiguieron su completa independencia de Francia en 1945-1946.
En el norte de África, Egipto, tras la humillante derrota en la guerra árabe-israelí de 1948, se fortalecieron los movimientos anti-monárquicos y anti-británicos, que culminarán con la Revolución Egipcia de 1952 liderada por Gamal Abdel Nasser y los Oficiales Libres.
En el caso de la colonia francesa de Argelia, aunque la independencia se obtuvo recién en 1962, el sentimiento nacionalista se cristalizó tras la represión de las protestas independentistas en Sétif y Guelma en 1945, que marcaron el inicio del camino hacia la Guerra de Independencia de Argelia, que se desarrolló entre 1954 y 1962.
En el África subsahariana los movimientos fueron más lentos y recién en la década del 60 obtuvieron la independencia, pero el período de posguerra fue fundamental para su organización. En Ghana, el movimiento liderado por Kwame Nkrumah se intensificó con campañas de “autogobierno ahora” y así se convertiría en el primer país subsahariano en obtener la independencia en 1957. En Kenia surge el movimiento anticolonial Mau Mau, que llevó a una violenta rebelión contra el dominio británico en la década de 1950. Mientras que en el África dominada por el colonialismo francés se creó el Rassemblement Démocratique Africain (RDA) en 1946, un partido que luchaba por los derechos de los africanos dentro del sistema francés, sentando las bases para futuras demandas de independencia. Curiosamente, este prudente movimiento inicial, que solo buscaba que sus países fueran considerados parte de la Francia de ultramar, luego de 80 años de brutal expoliación colonial, están desarrollando ante nuestros ojos el más apasionante proceso de liberación nacional, como hemos visto en Burkina Fasso.
El Congo tuvo que esperar hasta la década del 60 para liberarse del brutal y salvaje colonialismo de la suave Bélgica. Y la perfidia de la infame testa coronada de Balduino llevó a cabo una retirada tan acelerada que no hubo una transición real de poder. Dado que los belgas habían evitado formar una élite política y administrativa, el Congo se independizó con solo unos 30 graduados universitarios en todo el país y sin oficiales africanos en el ejército. Todo ello sumió al país en un caos y balcanización de los cuales aún no ha logrado recuperarse.
En 1948 se produce lo que se ha llamado El Cisma Yugoslavo. Josip Broz, el Mariscal Tito se enfrentó abiertamente a Stalin y fue expulsado del Kominform. La causa fue la insistencia de Tito en que Yugoslavia tenía derecho a seguir su “propio camino hacia el socialismo”, sin someterse a los dictados de Moscú. Fue, quizás, el ejemplo más puro y exitoso de un movimiento nacional periférico que logró una autonomía genuina durante la Guerra Fría.
En América Latina, el final de la segunda guerra también tuvo su impacto. En Venezuela aparece Acción Democrática, un partido de las clases medias que pugnan por el aprovechamiento de la generosa renta petrolera para industrializar el país. En la Argentina, en un día como hoy de hace 80 años, el pueblo argentino arranca a Juan Domingo Perón de la prisión y da inicio a un proceso de nacionalización de la renta agraria, de industrialización y de distribución democrática de los excedentes, rompiendo con el predominio inglés y oligárquico en la economía y la política. Unos años después, Getulio Vargas, de nuevo en la presidencia del Brasil, profundiza su programa nacionalista e industrializador, con apoyo popular. En Bolivia, el MNR, a partir de 1952, nacionaliza las minas de estaño y lleva a cabo una radical reforma agraria.
Este largo proemio histórico viene a cuento por algo que es único y exclusivo del peronismo. Si de esta enumeración, sacamos aquellos procesos en los que una revolución radical y una guerra civil crearon un nuevo estado, los dos únicos movimientos que, en el mundo, han logrado sobrevivir a las convulsiones de la segunda mitad del siglo XX y la cuarta parte del siglo XXI son el Partido del Congreso de la India y el peronismo de la República Argentina.
El gran Kwame Nkrummah, el noble Gammal Abdel Nasser, que nacionalizó el Canal de Suez de manos de Inglaterra y unos inversores franceses, Sukarno, el triunfador sobre los holandeses, el mariscal Tito, cuyo retrato vi en los hogares de todos los yugoslavos migrantes en Suecia, Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt, los dos presidentes adecos, Víctor Paz Estenssoro, el expropiador de las minas de los “barones del estaño”, Patiño, Hochschild y Aramayo, y hasta Getulio Vargas, el suicida heroico, son nombres que a lo largo de esos 80 años se han ido empalideciendo hasta caer casi en el olvido. Algunos de ellos fueron derrotados, otros sucumbieron a las trampas del enemigo antinacional, otros, como el Mariscal Tito, fueron arrastrados en el feroz torbellino de una guerra civil provocada por el imperialismo.
Pero el nombre de Juan Domingo Perón sigue indeleble en el corazón del pueblo argentino. Su voz, sus dichos, sus cavilaciones entre políticas y filosóficas, sus escritos y sus discursos siguen vivos en la tradición política argentina. Es el único jefe popular surgido después de la guerra cuyo movimiento sigue preocupando al imperialismo yanqui y es el único cuyo apellido surge como alternativa incontrastable y poderosa a la injerencia norteamericana en la política argentina.
Ayer tuve una reunión con un dirigente gremial, el secretario general del Sindicato de Obreros Navales, Juan Speroni. Es un hombre de característica extracción obrera. Su escuela ha sido la lucha sindical y política. Y de su boca escuché un extraordinario discurso nacional, una inteligentísima visión del mundo contemporáneo y de la política internacional, en donde las citas, las referencias y las menciones a Perón eran de una precisión quirúrgica.
He tenido la suerte de recorrer bastante mundo y conocer mucha gente de toda condición. Solo en Cuba se puede oír “como decía Fidel” o en Venezuela “como decía Chávez”. Pero ambos son contemporáneos. Cuando un trabajador argentino o una dirigente social del Chaco dice “como decía Perón” se está refiriendo a un hombre al que no conoció personalmente, que nació a fines del siglo XIX, y que desde hace 51 años no está entre nosotros. En realidad, lo que hace es expresar la vitalidad, la energía y la enorme potencialidad transformadora que, afortunadamente, aún tiene el movimiento creado por aquel coronel y por los trabajadores que lo sacaron de la prisión oligárquica hace hoy, exactamente, 80 años.
Buenos Aires, 17 de octubre de 2025
3 de octubre de 2025
Para evitar un nuevo revisionismo dentro de 100 años
Lo hacía con el objeto de no enturbiar con ataques sorpresivos las relaciones personales entre compañeros de lucha e ideas. Esta costumbre se perdió, con muchas otras cosas, en el ciego y despiadado torrente del stalinismo y el uso de la policía para dirimir discusiones político-ideológicas. De modo que la posteridad asumió que Lenin era un fanático discutidor que eliminaba con un tiro en la nuca a quienes no pensaban como él. Por el contrario llegó a la hoy casi inconcebible tolerancia de aceptar que dos de sus mejores hombres publicaran en la prensa los planes de la insurrección de Octubre, algo que sólo quince años después, muerto Lenin, les valió el mote de esquiroles de la Ojrana, la policía secreta del zar. Creo que la costumbre del jefe de la insurrección de Octubre debe ser reivindicada e imitada.
Todo este proemio para informarte que acabo de enviar al diario -en el suplemento que dirige Federico Bernal- una, lamentablemente, extensa nota discutiendo tus puntos de vista del editorial del 2 de abril pasado.
La nota en cuestión va adjunta al presente mensaje con el propósito leninista de que seas el primero en conocerla.
Espero que pueda salir publicada. De no ocurrir no me queda duda de que se trata de razones de espacio. Lo digo con sinceridad. Buscaré entonces algún otro canal.
JFB
El 2 de abril de 2012, en este mismo diario, el columnista Hernán Brienza, miembro, como quien esto escribe, del Instituto del Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, publicó un artículo con motivo de los 30 años del inicio de la Gesta de Malvinas. A raíz de lo publicado por Brienza en esa oportunidad inicié con él una comprimida discusión en su página de Facebook. Como el tema amerita mayor reflexión y espacio, me permito utilizar esta columna, para ampliar los conceptos que me llevan a contradecir el punto de vista del respetado columnista y compañero. Como es muy fácil pelearse y muy difícil encontrar, como ha sido el caso con Brienza, nuevos compañeros que recojan las viejas banderas, he tratado de mantener la discusión en el marco de la fraternidad y respeto que deben caracterizar las relaciones entre partisanos.
Sobre la naturaleza política del 2 de Abril
La primera afirmación que consideramos errónea al principio mismo del artículo de Brienza es la siguiente:
“... por ninguna razón, motivo o inspiración podemos decir que los sucesos del 2 de abril de 1982 constituyeron una gesta nacional y popular”.
Los sucesos del 2 de abril de 1982, es decir la recuperación militar para la soberanía nacional de nuestras islas irredentas, dieron origen a una verdadera gesta nacional y popular, como se pudo observar de inmediato con la alborozada, entusiasta y espontánea adhesión del pueblo argentino a dicha recuperación. Este entusiasmo pudo verse en todas las plazas del país y principalmente en la de Mayo -ágora de nuestras más importantes decisiones políticas- ocupada, entre otros, por muchos de los hombres y mujeres que dos días atrás habían sido salvajemente apaleados por la policía del régimen. Incluso entre los exilados y perseguidos por la dictadura cívico militar la noticia generó una respuesta de solidaridad y las embajadas argentinas -hasta entonces vistas con justificado recelo- comenzaron a llenarse de compatriotas que se ofrecían como voluntarios.
Quien esto escribe encabezó, en Estocolmo, una manifestación hasta las verjas de la Embajada Británica, donde se quemó una Unión Jack, símbolo ominoso de la ocupación colonial. Al día siguiente, un grupo de argentinos y suecos concurrimos a nuestra embajada para exigir se pusiera a nuestra disposición, como ciudadanos argentinos, los elementos necesarios para redactar y enviar comunicados de prensa en apoyo, justamente, a la gesta que se había iniciado ese día. Comenzamos a recorrer las redacciones de los medios de prensa para exponer nuestro punto de vista que era de repudio a la dictadura cívico-militar y de ratificación de la reconquista de nuestro territorio usurpado. Vale la pena mencionar que la atención con que hasta ese momento habían sido recibidas nuestras declaraciones en la prensa sueca desapareció como por encanto. Unos argentinos exiliados denunciando las tropelías de la dictadura proimperialista eran motivo de conmiseración y pena. Pero esos mismos hombres y mujeres reivindicando un acto de voluntad nacional contra una potencia imperialista ya no despertaban solidaridad ni simpatía.
Como pueden recordar todos los que vivían en el país en aquellos días, las canchas de fútbol fueron testigos de la adhesión popular a la recuperación de las islas y de la solidaridad con los oficiales y soldados que estaban en el frente de guerra. Y bajo ningún concepto, ninguna de esas expresiones confundía el apoyo a la recuperación de Malvinas con un apoyo a la dictadura militar. Por el contrario, todavía se recuerdan los cantos de las tribunas adhiriendo a la acción militar austral y repudiando a Galtieri y la dictadura.
Es por todo ello que discrepo abiertamente con la aventurada afirmación de Brienza. El 2 de abril de 1982 se inició, guste o no, una gesta nacional y popular.
Los caprichos de Clio
Escribe Hernán Brienza:“Nada tienen que ver los reclamos contra el enclave colonialista inglés y los sentimientos de dolor por el injusto despojo de territorios (...) que nos embargan a los argentinos con la desquiciada decisión individual de un dictador o de un grupo minúsculo que (...) consideró un acto heroico mandar a la muerte a una segunda generación de jóvenes en menos de siete años de dictadura cívico-militar”.
Entiendo de sobra -y es algo que muchos de nosotros venimos repitiendo desde hace 30 años- la dificultad que representa asumir la contradicción en la que incurrió el propio régimen militar al reconquistar Malvinas. Los caprichos de Clío han desconcertado muchas veces a espectadores y protagonistas. No fue otro que el virrey del Imperio Otomano Mehmed Ali Pasha quien, en 1805, encabezó la independencia de Egipto convirtiéndose en el sultán Muhammed Alí e iniciando la creación de un estado nacional moderno. O, más cercano a nuestros días, no fue sino el extravagante play boy Norodom Sihanouk, coronado monarca de Camboya a los 19 años y heredero de una corona cómplice con la dominación francesa, quien encabezó, en 1953, la independencia de ese país del democrático protectorado colonialista.
Pero me resulta casi imposible de entender que Brienza no sepa que nuestros heroicos muertos durante la guerra de Malvinas fueron matados por balas inglesas, por cañones ingleses, por torpedos ingleses y no por las balas de una dictadura que, es cierto, había asolado al país -y continuó haciéndolo después de la derrota en la batalla austral- a sangre y a fuego. No puedo creer que Hernán Brienza considere que los 323 muertos por el ataque aleve y criminal al Crucero General Belgrano haya que atribuírselos a la dictadura.
Creo que esta opinión del compañero Hernán Brienza se deriva de su dificultad para entender que la guerra, más allá del sentido y las razones que quisiera haberle dado la cúpula militar, era de naturaleza intrínsecamente liberadora. Y fue eso, la naturaleza justa, legítima y anticolonial de la guerra, lo que generó el inmediato apoyo de los países latinoamericanos. Panamá votó a favor de la Argentina en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, hizo dudar sobre su imparcialidad, moviéndose a favor de la Argentina, mientras el gobierno de su país envió aviones y aviadores dispuestos a participar en la contienda aero-naval. Venezuela defendió a viva voz a la Argentina mientras que su embajador en Buenos Aires se convertía en un vocero de la justicia de la causa y de la guerra. Sólo la dictadura de Pinochet mantuvo su torva hostilidad hacia la Argentina mientras sus FF.AA. daban información estratégica a la Task Force inglesa. Obviamente no era la admiración al sistema democrático y la soberanía popular o el horror ante las violaciones de los Derechos Humanos lo que guiaba la política del déspota trasandino. Era su lealtad a la OTAN y su sumisión a los EE.UU. y Gran Bretaña lo que dictaba su conducta.
Es muy probable que en el ánimo de la Junta Militar de entonces haya estado la ensoñación que se le atribuye. Pero es mucho más comprobable y demostrable que esa decisión abrió la caja de Pandora del espíritu patriótico de los argentinos y de Patria Grande de los suramericanos. Entre el 2 de abril de 1982 y el final de la Guerra de Malvinas, América Latina volvió a vivir el espíritu bolivariano y sanmartiniano de las luchas por la Independencia y comenzó la latinoamericanización de nuestro reclamo que hoy es ya política oficial de la UNASUR.
La “opción” de celebrar
De ahí se deriva esta, a mi entender, errónea afirmación de Hernán Brienza: “el pueblo argentino (...) no encontró mejor opción que celebrar la recuperación y hacer suya una guerra que no era suya”. Para el pueblo argentino no fue una opción, Hernán. No había posibilidad de optar entre lo que hizo o lo contrario. Fue simplemente la identificación inmediata de que en esa decisión tomada inconsultamente se jugaban casi 150 años de incesante reclamo, de aspiraciones frustradas, de extrañamiento de “La Hermanita perdida”. Por eso la afirmación posterior contradice todo lo dicho hasta ese momento: “Es sencillo: fue el pueblo y sólo el pueblo el que dotó de contenido nacional un conflicto armado decidido, paradójicamente, por una elite cívico militar que había instaurado en el país un modelo económico que favorecía a las empresas y a las finanzas trasnacionales y al capitalismo concentrado en la Argentina y había propinado un cruel ajuste y empobrecimiento de los sectores populares”.
Así es. Es lo que ocurrió el mismo 2 de abril en el momento en que ese mismo régimen, que con exactitud define Hernán, decidió recuperar las islas. Por eso en ese día recordamos la gesta de Malvinas. Y mucho más contradictorio con su descalificación del 2 de abril es lo que escribe a continuación: “Fueron la alegría, la solidaridad, el anticolonialismo que surgieron de los hombres y mujeres de a pie, el heroísmo de los soldados –y no digo chicos– y de un sector de la oficialidad con conciencia nacional los que hicieron que la aberración del 2 de abril se pareciera a una gesta”.
Hernán, ninguno de todos esos decisivos protagonistas que mencionás lo consideró una aberración, sino una gesta. La naturaleza cipaya y criminal de la dictadura te produce una confusión que no la tuvo el pueblo argentino en aquella oportunidad. Por otra parte, si la decisión del 2 de Abril tuvo algo de aberrante, lo fue para con la Junta Militar que la adoptó, al ponerla en el centro de la mayor contradicción de nuestro tiempo: el enfrentamiento entre los países imperialistas y colonialistas y el mundo semicolonial o periférico. Y, para colmo, puso a la Junta, por primera y única vez, del lado correcto.
Una guerra legítima y un gobierno ilegítimo
¿Qué importancia tiene entonces que “La Guerra de Malvinas (...) no fue el resultado de las deliberaciones y necesidades de distintos sectores de una sociedad que deciden alzarse en armas contra el colonialismo del que son víctimas”? En primer lugar ninguna guerra de liberación es el resultado de ese manual de procedimientos. El hecho de que una guerra sea adoptada por un parlamento democráticamente elegido no incide sobre su naturaleza. La aprobación por parte del Congreso norteamericano del envío de tropas a Irak no modifica el carácter imperialista, injusto e ilegítimo de esa decisión. El hecho de que hayan sido los jefes del Frente Nacional de Liberación de Argelia, y no el pueblo argelino reunido en congreso, quien haya iniciado su guerra por la independencia no modifica en un ápice la naturaleza justa, legítima y popular de la misma. Pensar lo contrario es formalismo democratista, algo que contradice abiertamente el realismo de nuestro pensamiento nacional y popular.
Tampoco es cierto que la decisión del '82 haya sido una “aberración geopolítica absoluta”. Brienza no da ningún argumento para sostenerlo, pero los numerosos testimonios ingleses sobre lo cerca que Argentina estuvo de obtener un resultado favorable nos eximen de mayor explicación. Coincido también en esto con Jorge Abelardo Ramos cuando afirma: “Iniciar y consumar la recuperación de las Malvinas fue una victoria política y estratégica en sí misma (ya que rompió la inmovilidad de un siglo y medio) y la rendición de Puerto Argentino constituyó una derrota táctica, pero que no alteró el significado global de la guerra y su positivo valor histórico. Justamente la idea de que la guerra fue perdida es la que manipula el Servicio Secreto Británico y los 'partidos políticos de la rendición incondicional', que parasitan en la Argentina” (Prólogo al Informe de lord Franks, 1° de marzo de 1985).
La guerra y los derechos humanos
El otro punto que desvela a Hernán Brienza -con mucha menor conmiseración que otros comunicadores, hay que decirlo- es el relativo a la supuesta violación de los Derechos Humanos de la tropa por parte de nuestra oficialidad. Argentina ha tenido el singular privilegio -común a muy pocos países del orbe- de no haber participado directamente en un conflicto bélico desde la infame Guerra de la Triple Alianza -de naturaleza simétricamente opuesta a la de Malvinas, por otra parte-. Esto le ha dado a nuestro pueblo una ingenua ignorancia sobre las condiciones en que se desarrolla una guerra. Pese a haberlo visto miles de veces en películas norteamericanas o europeas, la brutalidad, el desprecio por la vida propia o ajena, la crueldad disciplinaria, el inapelable verticalismo castrense, le resultan reconocibles y propios de esas películas, pero extraños y ajenos a nuestras tradiciones de convivencia. Pero la verdad es que así es la guerra. Un estado en el que, de alguna manera, se suspenden los derechos humanos y la obediencia y la disciplina son fundamentales para el cumplimiento del objetivo: matar más soldados enemigos que los que el enemigo mate en nuestras filas. No intento con esto negar el hecho de que, como en toda guerra y, más aún, en toda actividad humana, no se hayan cometido injusticias y arbitrariedades, pero plantear la Guerra de Malvinas -como lo hace la película “Iluminados por el Fuego” o la tapa de Página 12 de este 2 de abril- como una guerra entre oficiales y soldados … argentinos, es un notable y pernicioso dislate.
El propio Brienza cae aquí en una nueva contradicción: “Leía la otra noche, durante un breve viaje que realicé a Jujuy, las instrucciones de Manuel Belgrano para el mal llamado “éxodo jujeño”. El valiente político y militar dispuso que el Ejército Auxiliar custodiara la retirada del pueblo en la retaguardia, cubriéndole las espaldas a esos miles de hombres, mujeres y niños que abandonaban todo en defensa de su libertad. Gesta popular y nacional es eso, no estaquear soldados mal alimentados y mal abrigados sobre la tosca malvinense”. Tomar al improvisado general Manuel Belgrano como ejemplo es, en principio, un error o un desconocimiento. Manuel Belgrano gozó, durante su corta carrera militar, de una fama de implacable disciplinarista y de frecuente estaqueador. El propio Manuel Dorrego fue víctima, y posiblemente justificada, del rigor disciplinario del general abogado. Por otra parte, de los miles de veteranos de la guerra de Malvinas, son muy pocas la denuncias sobre este tipo de hechos a los que cierta retórica pretende llamarlos de lesa humanidad. ¿Hubo casos de injustos castigos? Seguramente sí, los hubo, como los ha habido y seguirá habiendo en cada oportunidad en que el furor de Marte gobierne la conducta de los humanos. El puñado de hombres que en 1964 se juntó en Orán, Salta, para iniciar una actividad guerrillera terminó fusilando a dos de sus miembros por supuestos actos de indisciplina y, por otra parte, fueron los únicos muertos que el grupo ocasionó. Bolívar no dudó en fusilar a quien posiblemente fuese su mejor hombre, el general Manuel Piar, y a todos sus compañeros. Las fuerzas militares destacadas en Malvinas no se dedicaron a estaquear soldaditos, como afirma Brienza, aunque lo hayan hecho. Prueba de ello son la cantidad de víctimas inglesas caídas en lucha cuerpo a cuerpo, el heroísmo de los oficiales de la aviación que salían a atacar a las naves inglesas sabiendo que las posibilidades de regreso eran mínimas y en donde caían tres pilotos de cada cinco que partían.
Para terminar
Al final de su nota Brienza se hace una pregunta casi psicoanalítica: “¿Significa esto desmalvinizar? ¿No defender la soberanía argentina sobre las islas? ¿Tener una visión liberal probritánica y antiargentina? ¿Me he convertido en el integrante número 18 del Brancaleónico grupo de periodistas e intelectuales argentinos que trabajan para la autodeterminación de los isleños?”
Curiosamente no la responde.
Intentaremos hacerlo. No, no creo que ninguna de las hipótesis en las que se sitúa Hernán Brienza sean ciertas. Sí creo, en cambio, que la enorme presión social ejercida por el imperialismo, la gran prensa y el establishment intelectual liberal cipayo sobre la clase media, sobre todo porteña, ha tenido sus efectos. Más que desmalvinizar, Hernán Brienza suena como un desmalvinizado. Defiende, sin hesitar y con energía, la soberanía argentina sobre los territorios del Atlántico Sur y está, no tengo dudas, en magníficas condiciones para dar por el suelo con las miserables teorías de esos 17 “perduellis” -para usar un término que recuperó José Luis Torres-. Su error, no obstante, radica en que una visión estrecha, ideológica y que tributa al progresismo porteño, le impide comprender la naturaleza de una epopeya en la que casi seiscientos compatriotas entregaron su vida y en la que las armas de la Patria pusieron en jaque a la segunda potencia imperial de la época y cambiaron la estrategia político-militar de la alianza occidental y, al no hacerlo, debilita la causa de Malvinas en la que, con sinceridad, milita.
Esto fue lo que entendió Fidel Castro, y no los pocos casos de arbitrariedades, cuando sus ásperas barbas rozaron, en un abrazo, la delicada piel del canciller argentino Nicanor Costa Méndez. Me cuesta pensar que el viejo líder revolucionario estuviera confundido al respecto.
El lector disculpará la extensión de la nota. El esfuerzo de escribirla y el de leerla es una contribución a evitar que dentro de cien años una nueva oleada de revisionismo histórico tenga que rescatar del olvido -como lo hemos hecho con la batalla de la Vuelta de Obligado- la valentía y astucia de los argentinos enfrentando con las armas, y en disparidad de condiciones, a los usurpadores de nuestro territorio patrio.
1 La nota no pudo salir en el suplemento que dirigía Federico Bernal con el argumento de que al contestar a un editorialista debía salir en el cuerpo del diario y más breve. Tampoco se publicó en el cuerpo del diario una versión posterior más reducida. Hasta el día de hoy ignoro por qué. (JFB)
4 de septiembre de 2025
Cuarta Crónica de Hopean Maa
Toda la corte de genios, brujos, hechiceros y sacerdotisas que rodeaban al gnomo Yelim y a la bruja Arinak comenzaron a culpar de todas sus desventuras al misterioso íncubo Jacobo Kigay, un monstruoso engendro de quien se decía que se escondía en cada uno de los infinitos rincones del palacio. La intriga y el acecho habían sido las poderosas armas que lo habían introducido en los círculos cortesanos y era comentado, en voz muy baja, que tenía bajo sus órdenes a las legiones de trolls, sin rostro ni nombre, que confundían con sus habladurías el claro discernir de los vecinos de la capital del reino. Confundidos con los parroquianos de las tabernas y posadas, ponían en circulación extrañas historias, veladas acusaciones y perversas sospechas.
De repente, los trolls se silenciaron. No respondían a las denuncias que se elevaban desde todos los rincones, especialmente las que tenían que ver con el Cofre de los Baldados y su administrador, Yago Hispánico. En la plaza central comenzó a decirse que también el metamorfósico Ludwig Petersen, ministro de los Ejércitos Reales, también estaba involucrado en las artimañas de las hierbas mágicas. El Hospital de las Legiones, cuya farmacopea se nutría de esas hierbas, apareció, en los palimpsestos de la Revelación, pagando miles de monedas de oro, muchas de las cuales iban a las faltriqueras de Ludwig, quien, bajo diversos disfraces y apariencias, vivía en concubinato con un súcubo que, en su apariencia femenina, era conocido como Castrina de la Pera.
El alquimista Emanuel Adorno, gran maestro de la Escuela de Bieckert, tan garrulo como mendaz, se había llamado a un total silencio. Sus pregones matutinos desaparecieron por completo.
Ninguna desmentida salía del palacio. Cada día que pasaba defraudaba a los súbditos del diminuto monarca, quienes esperaban que los escritos de los palimpsestos fuesen aclarados o, por lo menos, rechazados. El descontento y la desazón comenzó a extenderse por las plazas, llegando hasta las aldeas más lejanas. Los campesinos comenzaron a alejarse y desconfiar de Yelim y, sobre todo, de Arinak. Unos versos festivos comenzaron a hacerse populares entre los campesinos al volver de su labor cotidiana:
“La saqueadora,
la bruja es la saqueadora”.
Como si esto no fuera suficiente, Lewis Kigay, pariente bastardo del íncubo Jacobo, un ogro riquísimo, que escondía sus thálers, maravedíes, coronas, dinares y riksdalers, en inmensas cacerolas enterradas en reinos cercanos, dejó a los campesinos y aldeanos sin sus ahorros. De pronto, sus monedas no alcanzaban para comprar en la feria el pan y el vino. Ya no podían entregar al herrero sus guadañas y cuchillas para afilar, porque no tenían con que pagarle y los escasos bienes que producían, como trigo, mijo y hortalizas eran consumidos en su mesa diaria.
El malestar llegó hasta la Casa de los Grandes Triunviros, conocida por todos como la CGT. Los otrora poderosos triunviros, representantes de los artesanos, herreros, talabarteros, ebanistas y fundidores, que se habían mantenido callados con la aparición de los palimpsestos, vieron que ni el gnomo ni la corte de seres infernales que gobernaba el reino garantizaba la labor y la paga de su gente.
Incluso el Círculo Dorado de los Dragones, los hombres y mujeres más ricos del reino, que hasta ese momento habían mirado con condescendencia las calamidades de la corte, se alejaron recelosos y dubitativos. El único hombre del Circulo que aún confiaba en Yelim era el Rabino Piedra de Lange Berd, dueño de innumerables castillos, que había alojado al gnomo durante su iniciación.
Hopen Maa vivía momentos de angustia y zozobra. Los Baldados, desprovistos de los beneficios que el Cofre les otorgaba y que les permitía evitar la mendicidad, habían comenzado a manifestarse con sus muletas, con los parches en sus ojos tuertos, con sus bastones y garfios, en las cercanías del palacio. Incluso comenzó a circular en las plazas el rumor de que los miembros de los Tercios de los Ejércitos Reales estaban inquietos al no conseguir sanar sus heridas en el Hospital de las Legiones. Los Ancianos del Jubileo hacía meses que clamaban por sus pagas, canceladas por decisión del gigante Strujanegros.
Fue entonces que la Vestal del Toro Rico, una antigua mesalina sagrada, convertida en su vejez en depositaria del Cinturón de Castidad Divino, anunció, con proclamas y pregones que todo el contenido de los palimpsestos había sido escrito por una conjura de los eslavos y los chéveres, dos pueblos que nunca habían tenido pendencias con el reino de Hopen Maa.
Ese fue el punto culminante del desconcierto en palacio.
Pero el día de la opinión de los súbditos se acercaba. Kerstin, La Cautiva, desde su torre, había logrado que Maksimaalne dejara de proferir invectivas contra Achse y que la Santa Orden de Caballería Púrpura mantuviese sus tropas acuarteladas y silenciosas.
El alquimista Josefo de Maia, hombre de la confianza del Marqués de la Fermosa Curva, se preparaba para horas cruciales, desde su mirador en el Riksdag, el palacio de los Caballeros.
Fue entonces que Yelim se dirigió a uno de los agujeros más pobres y deshauciados de su reino para presentar sus explicaciones, acompañado de docenas de legionarios y centuriones negros.
Pero eso será motivo de la próxima Crónica.
29 de agosto de 2025
Tercera Crónica de Hopean Maa
Pero los palimpsestos, impregnados de oscuros conocimientos cabalísticos y propios de la gematría, habían hecho conocer un número que el populacho, enojado con los desmanes del maldito gnomo Yelim, había convertido en símbolo: el 3. En todos lados, en los muros del palacio, en las paredes de la taberna, aparecía el fatídico número. Incluso, en los barrios más humildes de la ciudad del Palacio, los villanos se saludaban levantando los dedos índice, medio y anular.
El que no cesaba en su tenaz lucha por defender al Gnomo Real y a su hermana, la bruja Arinak, era el hechicero Wilhelm Franks. En todas las instancias posibles, en la plaza pública, en las reuniones de la Corte, el eterno hechicero del poder repetía sin cesar sus escasos argumentos, que solo buscaban cambiar de conversación. Incluso se presentó ante la Asamblea del Reino, una antigua institución, bastante desprestigiada, donde se reunían delegados de todos los confines del reino. Allí intento el experimentado hechicero convencerlos de que todas esas revelaciones de los misteriosos palimpsestos no eran más que patrañas y mentiras de los seguidores de la Cautiva de la Torre o de los sicarios del conde Achse.
Pero los acontecimientos se precipitaron en un empinado tobogán.
El gnomo Yemil, su hermana Arinak acompañados por el ogro noruego Skallet Ekspert –que ambicionaba desplazar a Achse y arrebatarle su condado– intentaron visitar a los campesinos de la vecina aldea en las Colinas de Aromas. Contrariamente a lo que se imaginaban los vecinos del villorrio, indignados con las revelaciones de Yago Hispánico y con el desmantelamiento del Cofre de los Baldados, comenzaron a abuchear a la pareja real y su corte, mientras desfilaban en una blanca calesa abierta. La indignación de los campesinos llegó al grado de arrojar sobre los ocupantes de la calesa piezas de la brasica olearacea var itálica, una hortaliza abundante en selenio y por lo tanto apreciada por sus poderes rejuvenecedores.
Yelim y Arinak, temiendo quizás por sus vidas, huyeron del lugar, no sin antes desalojar de la calesa al enorme ogro Skallet, quien debió huir del lugar montado en un pequeño borrico, conducido por un campesino, apenado por la bochornosa situación de tan altos dignatarios.
Los hechos de Colinas de Aromas, rápidamente, fueron hechos conocer por trovadores que repetían en plazas y esquinas las mofas y los versos bufonescos que la multitud había lanzado a los visitantes. Quizás por ello, la escena se repitió en otro de los condados más lejanos del palacio, en la Ribera de las Siete Bocas. Hasta allá quiso llegar la bruja Arinak acompañada, en este caso, por uno de los Hermanos Palíndromo, el joven Mårten. La reacción de los villanos fue aún peor. Siendo un condado conocido por la agresiva virilidad de sus hombres, muchos de ellos siempre con un cuchillo preparado para que salga cortando, el repudio a los visitantes se manifestó con amenazas personales y un estrecho contacto cuerpo a cuerpo.
También de allí, de la Ribera de las Siete Bocas, debió huir Arinak y su circunstancial acompañante, también tiznado con el escándalo de los precios de las hierbas mágicas.
A todo esto, el gigante Strujanegros, un esperpento flaco y alto como un obelisco y casi con su misma agilidad, seguía desde uno de los infinitos salones del palacio con sus prácticas letales. Así como un día expulsaba a los sirvientes del palacio, otro día dejaba de proveer del oro necesario para el funcionamiento de las caballerizas reales y de las Casas de Salud donde los súbditos eran revisados por los brujos benignos, muchos de ellos nacidos en reinos fronterizos.
En el medio de este aquelarre, Yago Hispánico se presentó ante las Altas Togas del reino para defenderse de las acusaciones de Yelim, Wilhelm Franks y del enano Lujam Al Saghira. La noticia generó una enorme preocupación en la Corte. El monje Hispánico guardaba bajo su hábito talar turbios secretos sobre las maquinaciones, no solo del gnomo y la bruja, sino de chambelanes, visires, ministros y aspirantes a brujos consagrados.
A todo esto, se preparaba, como ya dijimos, el único día en el año en el que la opinión de los súbditos adquiría cierto valor y eso era aprovechado tanto por los cortesanos, como por los seguidores de Kerstin, la Cautiva de la Torre, y del conde Achse, para hablar con los habitantes del reino. En una de esas reuniones, en una pequeña villa conocida por la excelente fermentación del mosto de malta de cebada, agua, lúpulo y levadura, Maksimaalne, el hijo de Kerstin, profirió un grueso y desventurado epíteto contra Achse, en presencia del alcalde, la doncella Moira de los Andes. La reacción de los seguidores del Conde, que eran muchos, ya que los labriegos y campesinos de la región se sentían beneficiados por sus acciones en el palacio, fue inmediata. Un coro de repudio brotó desde las chozas mas pobres y oscuras del condado de Sanos Oreos, tal como se llamaba.
Todo en el reino era tensión y suspenso. Pero eso continuará en la siguiente crónica.
26 de agosto de 2025
Segunda Crónica de Hopean Maa
El reino se conmovió. Desde todos los rincones, desde los condados más cercanos a las marcas más lejanas y pegadas a la frontera, se vertían todo tipo de rumores, acusaciones e historias. De golpe, la imagen y la fama de la bruja Arinak rodó por el piso. Ya nadie temía las oscuras mezclas de sus tortas o su legendario poder cartomántico. Los sobreprecios en hierbas mágicas como la salvia y la artemisa, que purifican la energía y potencian los hechizos, del muérdago, que conecta con la divinidad y el beleño, que trae el sueño y las imágenes del estupor y la locura, muy usadas en los males de los súbditos, produjeron una ola de indignación.
Cuando Yago Hispánico, el monje herético que administraba el Cofre de los Baldados, hizo conocer, en la plaza frente al palacio, los palimpsestos que demostraban el infame comercio, el palacio real se tambaleó.
El gnomo Yelim, habitualmente locuaz y coprolálico, se sumió en un perturbado silencio, solo roto para evocar sus herméticos y diabólicos saberes o para intentar torpes cuchufletas. Arinak, que habitualmente sumaba su dificultad para expresarse a no tener nada que decir, comenzó a hablar de todo tipo de cuestiones, a excepción de las que desvelaban a la multitud fuera del palacio.
Los hermanos del Palíndromo, que habían sumado sus intereses a los de Yelim y Arinak también estaban en la comidilla pública. Famosos por su codicia, estos selkies libaneses, aparecían como beneficiarios de los estragos con las hierbas mágicas.
La horda de sirvientes que abarrotaba los pasillos y las múltiples salas palaciegas intentó desmentir las noticias y rumores. Uno de los primeros fue el hechicero Wilhelm Frank, eterno habitante de esos pasillos. Ahí había logrado sobrevivir a todos los reyes y reinas que gobernaron Hopea Maa en los últimos 70 años, gracias al pacto demoníaco de su padre, El Verdugo de Junio. Frank tomó bajo sus hombros el papel de Chambelán y buscó acusar, sin mucho éxito, a los muchos enemigos de Yelim, como autores de la maledicencia.
La maga Pechos Bellos, que habitualmente acunaba a Yelim en sus delirios y que atesoraba, en sus graneros, los alimentos que escaseaban en la mesa de los humildes labradores, apareció en los palimpsestos de Hispánico como uno de los funcionarios del reino a quien había confiado sus secretos. Su silencio no ayudó a disipar las sospechas.
Quien sí salió en abierta defensa del honor de la bruja Arinak fue un pequeño y codicioso geniecillo árabe llamado Lujam Al Saghira . En el mercado y en todas las esquinas donde se solían reunir los súbditos, Lujam intentó explicar las incoherencias de las acusaciones y habladurías. Pero muy pocos prestaban ya atención a Lujam Al Saghira. Hacía más de cuatro lustros que mentía, propalando, tanto en la plaza como en el mercado, los bandos y proclamas de los monarcas a los que el pueblo temía.
Quien encaró la tormenta con un notable despliegue de tranquilidad y calma fue la Sacerdotisa de los Cuarteles, Bichacruel. Devota de la Religión de la Espada y la Capucha, la sacerdotisa había dedicado su juventud al cuidado de los sanguinarios Caballeros de la Picana, a quienes el reino, ante el regocijo del pueblo, había confinado a lejanas mazmorras y que se habían convertido ya en un ominoso recuerdo. Lejos de preocuparse, la sacerdotisa Bichacruel observaba con interés, y no sin cierta sorna, el espectáculo del gnomo y la bruja. En su imaginación se cocinaba la fantasía de ocupar ese lugar y realizar su único anhelo, abrir las mazmorras y dejar en libertad a los viejos criminales. Veía que todo ese escándalo de las hierbas mágicas, de los sobreprecios y los pagos misteriosos ayudaba a la pendiente de la pareja real y la acercaba al trono de Arribalasavia, como se conocía al sillón real.
En el otro lado del reino, en la torre de La Cautiva, en el Condado de Achse, en la Santa Orden de Caballería Púrpura se imponía una justificada esperanza. Tanto el Duque Sergei, como el Marqués de la Fermosa Curva celebraban también las desventuras palaciegas. Se aproximaba un día en la que todos los súbditos podrían hacer conocer su opinión, como lo hacían cada dos años, en fechas ya determinadas por el Calendario de la Urna. La deserción de conocidos lenguaraces de Yelim y Anirak no hacían sino alimentar su expectativa.
24 de agosto de 2025
Primera Crónica de Hopean Maa
Érase una vez un reino gobernado por un gnomo perverso, llamado Yelim, totalmente manejado por su hermana, una bruja fea y maligna, experta en misteriosas reposterías con las que dominaba a quienes se animaban a probar sus tortas y budines. Su nombre era Arinak y todos en el reino lo pronunciaban en voz muy baja, sabedores que su sonido tenía el poder de convocar a las fuerzas infernales.
Los ministros que conformaban la Corte del rey enano eran un par de ogros, conocidos por su inconmensurable ambición de dinero, de un apetito voraz que satisfacían con ancianos desfallecientes y niños enfermos. Había algunos ministros que rara vez salían de los oscuros cubiles donde realizaban sus malas artes, preparando polvos mágicos que confundían la opinión y el recto razonamiento de los habitantes del reino.
Otros ministros eran conocidos por disfrazarse de guerreros y realizar sucias prácticas, como danzas procaces y hechizos, que debilitaban la fortaleza y el valor de los soldados del reino. El ministro que tenía la responsabilidad de velar por la salud de los súbditos era un feo y desagradable hechicero que repartía, despiadado, un letal menjunje que mataba a quienes, ignorantes de sus efectos, lo consumían creyendo que aliviaba sus dolores. Había una ministra, encargada de cuidar de la alimentación y bienestar de los campesinos más alejados de las riquezas de la capital del reino, que acumulaba alimentos en sus graneros y dejaba que se pudriesen, mientras miles de súbditos pobres agonizaban de hambre.
El pequeño y maléfico rey tenía siempre a su lado un enorme mastín que tenía la diabólica capacidad de tornarse invisible ante la presencia de extraños. Era a este cancerbero a quien Yelim le confiaba sus más íntimos pensamientos y deseos. Además de su hermana, la bruja Arinak, rodeaban al déspota canijo unos oscuros seres, sin rostro. Eran los siniestros trolls, traídos de los bosques escandinavos, donde habían vivido durante siglos. Con una apariencia casi humana, estos seres eran tan malignos como estúpidos. Se ocultaban con sobrenombres ridículos, solían reunirse con Yemil algunos noches, donde se dormitaban escuchando viejas óperas italianas.
Yelim había logrado llegar al trono de su reino gracias a las oscuras maniobras del mago Yrkam. Este era un antiguo rey, resentido con sus súbditos, que, en las noches, solía transformarse en un enorme gato negro y visitaba a los banqueros y prestamistas del reino, a quienes amenazaba con revelar sus más íntimos secretos.
Había sido, justamente, el mago Yrkam quien había confinado a la antigua reina Kerstin en una pequeña torre, obligada a llevar en su delicado tobillo, acostumbrado a finas pulseras de plata labrada, una enorme bola de renegrido ébano. El lugar, merced a las maldades del retaco soberano se había convertido, con el paso de los días, en un lugar de peregrinación de los súbditos que añoraban los días de miel y leche del reinado de Kerstin. Algunas tardes, antes de la oración, la vieja reina se asomaba al ventanuco de la torre y saludaba a los peregrinos, quienes regresaban a sus chozas felices y esperanzados. Desde su encierro, escribía poemas satíricos sobre Yelim, sobre Arinak, burlándose de los esbirros que la habían sentenciado.
Dos caballeros pugnaban por derrocar al pérfido Yelim, encerrar a Arinak y poder así volver a llenar los estómagos de los campesinos y los pequeños comerciantes, que sufrían los delirios de las estrafalarias teorías que se aplicaban en el reino.
Uno era Maksimaalne, hijo de Kerstin, quien nunca había logrado validar el título de príncipe heredero. Maksimaalne vivía en un condado vecino a la capital del reino, cuyo soberano era Achse, quien unía al manejo de la espada y la lanza, un profundo conocimiento en los Saberes Materiales, la ciencia oculta que le permitiría conjurar y expulsar a los hechiceros que habían sumido al reino en la pobreza.
Tanto Maksimaalne como Achse querían liberar a la cautiva de la torre. Mientras el primero se apoyaba en la Santa Orden de Caballería Púrpura, conocida como La Púrpura, el segundo gobernaba su condado ayudando a los campesinos más humildes, entre quienes sus hombres predicaban la misteriosa idea del Derecho al Futuro. Pero las pujas entre La Púrpura y los hombres del Conde se hacían cada vez más tensas, a punto que una de las doncellas que rodeaban a Maksimaalne acusó a una de las princesas del conde Achse de tener tratos con una viejísima bruja conocida como La Dama del Vertedero.
Así las cosas, hasta que un día corrió por el reino, como un reguero de pólvora, el relato de que Arinak cobraba por sus hechizos y pociones y que ricos comerciantes de mirra y mandrágora acudían a sus aposentos con bolsas de oro para llevarse valiosos derechos de comercialización.
Continuará
16 de agosto de 2025
El mal llamado "reparto de Ucrania"
Personalmente no estoy de acuerdo con el concepto, por lo menos en lo que concierne a los intereses rusos manifestados hasta el momento. Lo que Rusia pretende es el reconocimiento a lo decidido por los pueblos de Donbas y Donetsk de integrarse a la Federación Rusa y el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk, que reconocía la autonomía de ambas regiones y la realización de elecciones supervisadas por la OSCE, por un lado. Y por el otro, la no incorporación de Ucrania a la OTAN. En junio de 2021, la OTAN reafirmó que Ucrania podría ser miembro en el futuro, lo que Rusia interpretó como una provocación. En diciembre de ese mismo año, Rusia exigió garantías por escrito de que la OTAN detendría su expansión hacia el este, pero la alianza occidental rechazó el pedido. Mientras tanto, el estado ucraniano, ya en manos de Zelensky, enviaba al ejército a reprimir a las población de las regiones rusoparlantes.
Por todo ello, el 21 de febrero de 2022, Rusia reconoció la independencia de estas regiones y envió tropas para defenderlas de la agresión gubernamental. Y ante la negativa del gobierno ucraniano, sostenido por una OTAN que contaba con el pleno apoyo de los EE.UU., el 24 de febrero lanza la ofensiva sobre Ucrania.
Rusia, a través de su presidente Putin, pretende el reconocimiento de las regiones rusoparlantes que ya han manifestado su voluntad de integración, como son Donetz, Donbas y Crimea como integrantes de la Federación y, posiblemente, se agregue a ello el de las regiones de Lugansk, Zaporija y Jersón, lo que constituye la costa ucraniana en el Mar de Azov y la entrada al Mar Negro. Tambien exige la desmilitarización de Ucrania, la prohibición de incorporarse a la OTAN y su neutralidad. Esto implica, obviamente, la caída del régimen de Zelensky y lo que Moscú llama la “desnazificación”, es decir el procesamiento y la puesta fuera de la ley de todos los grupos y personas que reivindican el papel de Stafan Bandera y el nazismo en Ucrania durante la Segunda Guerra.
No hay aquí reparto alguno. Crimea ha sido históricamente rusa. Las poblaciones mencionadas son rusoparlantes y el gobierno ruso busca volver a una situación anterior al llamado Euromaidan, una revuelta financiada por Soros que volteó al gobierno de Víctor Yanukovich, que expresaba a los sectores ucranianos orientales que buscaban continuar la histórica colaboración con Rusia.
En resumen, lo que pretende Putin, y a través de él, Rusia es detener el avance de la OTAN –que hoy ha perdido la membresía de EE.UU. o, por lo menos, su financiamiento– hacia el Este, asegurar que Ucrania no se convierta en una base misilística que amenace la seguridad rusa –como se pretendía antes del 24 de febrero de 2022– y garantizar la incorporación de las regiones rusoparlantes a la Federación.
No tiene ningún otro interés en ningún otro país. Solo la seguridad de que la OTAN, con un regreso de los demócratas a la presidencia yanqui, no busque expandir su frontera hacia el este e intentar balcanizar a Rusia.
Buenos Aires, 16 de agosto de 2025
31 de julio de 2025
Se rompió el frente del 2023
Ayer, en un breve posteo en las redes, escribí:
“La escisión de Schiaretti, Pullaro, Llaryora, Frigerio y Torres es la señal de que el frente oligárquico del balotaje 2023 ha comenzado a romperse. El sector conservador del interior se abre. El gobierno se convierte en un gobierno exclusivamente porteño y expresión directa del capital financiero. Ha vuelto Mitre al siglo XXI”.
Como hubo varios comentarios que invitaban a un intercambio, voy a ampliar y contestar algunos interrogantes.
Este lamentable gobierno presidido por un marginal de confusas ideas religiosas y económicas, con la asistencia técnica y terapéutica de su hermana mayor, es el resultado de un frente político y social implícito en el balotaje del 2023. El conjunto de las clases dominantes tradicionales de la Argentina semicolonial encontraron en la candidatura de Milei la posibilidad de asumir el poder político del país, derrotando al candidato del frente que, pese a sus vacilaciones y debilidades, expresaba al movimiento nacional.
Ese frente antinacional expresaba a la gran burguesía transnacional –identificada en la figura de Paolo Rocca–, a los exportadores, al capital financiero nacional y extranjero, a la gran burguesía inmobiliaria y a los dueños de los grandes medios, concentrado básicamente en la ciudad de Buenos Aires. También a las clases dominantes en las provincias, vinculadas a la producción agraria y extractiva, la burguesía comercial provinciana, los grandes propietarios y los sectores medios dependientes de aquellos, sectores que, de existir, votarían por un partido conservador. Todo este complejo de sectores sociales se había expresado en las fórmulas del macrismo a nivel nacional y en distintas expresiones políticas provinciales, que van desde el radicalismo hasta candidatos de anterior vinculación con el peronismo.
Obviamente que esta enumeración no pretende afirmar que sólo quienes forman parte de esos sectores votaron al mileísmo. Sin un indefinido y extendido voto en las clases populares, no hubiera sido posible su victoria en el balotaje. Pero, pese a ese voto, LLA no expresa, no representa objetivamente esos intereses, como, a poco de andar, se hizo evidente. Por qué esos sectores populares votaron semejante candidato y semejante programa es un tema de suma importancia, pero ajeno al de estas reflexiones. La paulatina desindustrialización de la Argentina y el proceso de desindicalización y marginalidad de las capas populares es parte de la respuesta.
Durante el período que va desde el 10 de diciembre de 2023 a junio de 2025, ese bloque político y social apoyo irrestrictamente, en el Congreso, todas las medidas propuestas por el Ejecutivo, en especial las leyes que dieron al presidente la suma del poder público. No le importó a esas conducciones políticas, sobre todo de las provincias, que el estado nacional desfinanciara por completo, tanto la obra pública, como las arcas provinciales, al no liquidar la coparticipación federal. La caída brutal de la actividad productiva y comercial fue, durante este período, atemperada por los beneficios de la puesta en marcha de la conocida bicicleta financiera, ahora rebautizada como “carry trade”. El dólar barato mantuvo, durante el período, un espejismo de solvencia, de viajes al exterior y “deme dos”. Claudio Scaletta lo ha escrito con mayor precisión:
“El razonamiento de las elites locales es lineal: Estado igual impuestos. En consecuencia, menos Estado es menos impuestos. Quizá a la porción más ilustrada de las elites económicas les repugnen Milei, su estilo y su troupe, pero todos coinciden, satisfechos, orondos y sin privaciones, que el shock anti Estado era un 'reseteo necesario', algo que debía hacerse. A la vez, la teoría de Milei como el mal necesario va de la mano de la ilusión del advenimiento futuro de una derecha más civilizada, que incluso hasta podría ser encarnada por un peronismo 'domado' que asuma las premisas del supuesto nuevo consenso fiscalista”1.
Desde hace un mes o mes y medio el espejismo ha comenzado a manifestar su carácter engañoso. Las elecciones de entretiempo se están realizando en un creciente clima de inestabilidad monetaria y de debacle económica. Cierres y suspensiones en grandes empresas, retiro del país de empresas extranjeras, ineficacia absoluta de la ley RIGI que volcaría sobre la economía ingentes inversiones extranjeras, desocupación creciente y paulatino aumento del dólar, pese al sostén político del FMI son los síntomas de un diagnóstico que los argentinos conocen: “esto se esta yendo a la mierda”.
Todo esto ha tenido un efecto delicuescente en el bloque del balotaje del 2023. Y comienzan a flamear las rojas banderas del federalismo. Alguna vez Jorge Enea Spilimbergo me dijo que después de la derrota de José Gervasio Artigas, el federalismo no volvió a tener un proyecto de país y se convirtió en meramente defensivo de sus autonomías provinciales, ante el saqueo porteño. El hecho es que, finalmente, no fue estrictamente un caudillo federal quien logró la federalización del puerto y la ciudad de Buenos Aires, una victoria estratégica del viejo federalismo provinciano, sino un general a cargo de un ejército nacional.
Saben además, porque ninguno de ellos es zonzo, que una rápida pérdida de poder del monigote programado en el hotel Libertador, requiere de instancias institucionales capaces de abarajar el trapecio que, eventualmente, puede quedar vacío en medio de su pirueta.
Esto es lo que quise decir, con más síntesis, en aquel posteo.
Buenos Aires, 31 de julio de 2023
18 de junio de 2025
Una canción de 80 años
Una vez más fui a Plaza de Mayo y me crucé con viejos amigos, con amigos que me saludaban sin que yo supiera con precisión quiénes eran y con mi hija Guadalupe y mis nietos Gaspar y Violeta. Otra vez esa sensación de estar viviendo momentos que la historia recordará, momentos que pueden ser el fin de algo o el principio de algo nuevo. O, quizás, ambas cosas.
Comencé a caminar por la Avenida de Mayo a la altura de San José. Detrás mío avanzaba una columna sindical, con su enorme cartelón, sus altavoces y sus redoblantes. Y de pronto empiezo a escuchar, una y otra vez, la vieja canción de los gitanos andaluces, que Dimitri Shostakovich convirtió en leit motiv del Vals No 2, inspirado, quizás, por alguno de los miles de españolitos que poblaron la URSS después de la Guerra Civil:
“Yo te daré,
te daré niña hermosa,
te daré una cosa,
una cosa que empieza con P:
¡Perón!”
Se me puso la piel de gallina y un nudo en la garganta.
80 años que los argentinos de a pie venimos cantando esa vieja gitanería y en la Avenida de Mayo, para más datos. Muy pocos, posiblemente, recuerden en Egipto quien fue Gamal Abdel Nasser y, mucho menos, corean su nombre en sus manifestaciones populares. Seguramente que tampoco en Indonesia el nombre de Sukarno forma parte de un canto político popular. O el del Mariscal Tito, entre los serbios, los croatas, los bosnios, los montenegrinos y los herzegovinos. O en Ghana el de Kwame Nkrumah o el de Jomo Kenyatta en Kenia. O más cercanamente, el de Víctor Paz Estenssoro en Bolivia o el de Rómulo Betancourt en Venezuela.
Hay tan solo, creo, tres nombres de aquella década del cuarenta, cuando finalizó la carnicería europea y asiática, que han sobrevivido y mantienen el mismo eco en el seno de su pueblo: el de Mao Tse Dong, el de Ho Chi Minh y el de Juan Domingo Perón.
Todo eso se me vino a la cabeza al escuchar la vieja canción.
Pero tanto el chino, como el vietnamita habían triunfado en toda la línea. Habían logrado expulsar al colonialismo extranjero, había logrado expropiar a los grandes terratenientes y a las clases vinculadas a la explotación colonial y habían puesto a sus países de pie para enfrentar y crear un nuevo futuro soberano, digno y justo.
El nuestro no lo había logrado. Vez tras vez, como hoy, la contrarrevolución oligárquica, financiera e imperialista lo había derrotado. Pero, vez tras vez, su nombre, en lugar de empalidecerse hasta desaparecer, como aquellos ejemplos nombrados, se agranda en los momentos críticos y se convierte en bandera, en agitación, en desafío al futuro y lo sigue haciendo 80 años después:
una cosa que empieza con P:
¡Perón!”
Respiré hondo y continué la marcha hacia la Plaza de Mayo. Me encuentro con Guadalupe, Gaspar y Violeta, junto con algunas amigas. Gaspar y yo seguimos caminando y en algún lugar nos encontramos con José Luis Castiñeira de Dios. Hacía tiempo que no lo veía. Estas movilizaciones son importantes para encontrarnos y saber que todavía andamos entre gritos y pancartas, como lo hemos hecho toda la vida.
– ¿Cuántas veces con esta hemos venido hasta aquí? – me pregunta José Luis.
– Y espero que sigamos viniendo muchas más – le respondí.
Y le conté mi experiencia reciente con la vieja canción. Y su respuesta me dejó anonadado.
– Pensar – me dice – que en 1945 Mao comenzó a construir la China de hoy. Mirá como estamos nosotros y mirá como están ellos.
Por eso estábamos hoy todos en la calle.
Porque pensamos lo mismo sin vernos durante años.
Porque todos teníamos en nuestras cabezas y en nuestro corazón las imágenes del 17 de octubre, donde todo empezó: cuando un pueblo como este, como el de hoy, con sus obreros sindicalizados y sus movimientos sociales de trabajadores en cooperativa, de mujeres de los barrios más humildes, mostrando orgullosas las pecheras de sus organizaciones y mujeres estudiantes y empleadas y abogadas y médicas y enfermeras y psicólogas y arquitectas, y veteranos luchadores y jóvenes convencidos de que tienen un derecho al futuro, salió a la calle a enfrentar a los que habían proscripto y encarcelado a su principal dirigente, la que en sus dos presidencias le reconoció derechos y supo ofrecerle una vida mejor.
Tuve la sensación de que algo estaba terminando y algo estaba comenzando nuevamente.
18 de junio de 2025.
29 de mayo de 2025
Carola Chávez
Sería el año 1999 o 2000. Era antes del estallido popular del 2001. La política era somnífera. Gobernaba lánguidamente la Argentina un presidente artereosclerótico, con el mismo ministro de economía de los 10 años anteriores. La oposición era expresada por Eduardo Duhalde, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y su economista Remes Lenicov. En el horizonte no se veía ninguna salida al triste y opaco escenario.
Un año antes, el amigo Néstor Gorojovsky había creado una lista de discusión por mail. Se llamaba Reconquista Popular. Para los millenials, las listas de discusión por mail ocupaban el lugar que hoy tienen los grupos de Whatsapp o las redes sociales. Alguien creaba una lista de discusión sobre un tema específico. La lista estaba alojada en un servidor de correo que gestionaba la distribución de mensajes. Había un administrador de la lista (o "moderador") que era el encargado de configurar la lista, añadir o eliminar suscriptores, y en algunos casos, aprobar los mensajes antes de que se distribuyeran a toda la lista. A través de este mecanismo se intercambiaba información o se enviaban reflexiones y puntos de vista que podían ser contestados por cualquier miembro de la lista. De esa manera se armaban muy interesante discusiones que no tenían el límite de palabras que hoy tienen las redes. Muchos artículos que publiqué en aquellos años tenían como origen las discusiones en la Lista Reconquista Popular, que tenía suscriptores en Argentina, en varias ciudades de América Latina y en Nueva York, Los Ángeles, Londres y Hong Kong. La lista fue un oasis en el medio de la sequedad intelectual y política de esos años.
En 1999 había asumido como presidente de la República de Venezuela Hugo Chávez Frías, quien en 1993, a poco de salir de la prisión por el intento de insurrección del año anterior, había visitado nuestro local en la calle Salta y Chile y nos había hablado durante una hora larga sobre su propuesta política latinoamericana. La marcha del gobierno de Chávez era permanente motivo de discusión en la lista.
Posiblemente en algún momento del 2001 se une a la lista una muchacha venezolana, en sus treinta y algo años. Decía ser hija de un profesor de economía de la Universidad Central de Venezuela, que había sido criada entre Caracas y Miami, ya que en la Cuarta República los profesores universitarios gozaban de un alto status. Había contado que se había ido a vivir a Barcelona, con su marido -un artista plástico- y que tenía una pequeña hija. Que había vuelto de visita a su país y que la aparición del chavismo la había entusiasmado tanto que habían abandonado su tranquila residencia catalana y se había vuelto a su patria. Dijo llamarse Carola Chávez, confesó no tener mucha, si alguna, experiencia política anterior, que por primera vez en su vida le había aparecido ese deseo de comprometerse y actuar y participar de eso que había puesto de pie a su gente y que producía una reacción alérgica a muchos de sus antiguos amigos y amigas.
Poco a poco, Carola comenzó a saber quién era o había sido Juan Domingo Perón, descubrió lo que había significado y aún significaba para el pueblo llano de la Argentina, se enteró de las cosas que había escrito un tipo para ella totalmente desconocido, Arturo Jauretche o Scalabrini Ortiz. Le hablamos de Jorge Abelardo Ramos y de Jorge Enea Spilimbergo y le hicimos conocer sus escritos. Aquella Carola tenía algo muy particular: un extraordinario, intuitivo y espontáneo modo de escribir y describir a su gente, a los que pertenecían a su mismo sector social, a esos que el Comandante Chávez, en un discurso público, caracterizó para siempre como “escuálidos”.
Con Carola Chávez tuvimos una corresponsalía directa del llamado “carmonazo”, el golpe de estado militar que desalojó por unos días al presidente Chávez de su cargo. Y de primera mano nos contaba sobre el retorno del comandante a Miraflores y, sobre todo, de las reacciones, expresiones e impresiones de los escuálidos.
Y nos contó que se había ido a vivir con su chamo artista y la chamita a la Isla Margarita, al estado llamado, con una alta dosis de clasicismo, Nueva Esparta. Sus escritos comenzaron a llegar a la prensa de Caracas, su nombre comenzó a ser conocido entre los sectores politizados, hasta que un día, para su infinita sorpresa, el mismísimo comandante la llamó para pedirle que fuese ella la que lo acompañase en su campaña electoral para contar todo lo que pasara, con esa chispa y esas “vainas” que ella usaba en sus publicaciones. Y Carola, que nunca había abandonado la cocina de su casa para hacer política, se encontró en el centro mismo del chavismo y con el prestigio de una especie de rockstar. Ahora, nos contaba, se codeaba con ministros que la saludaban con respeto y, algunos hasta con envidia.
Y ahí estaba Carola, la venezolana que sabía quién había sido Arturo Jauretche, que entendía que era el peronismo, cómo había interpretado la historia latinoamericana Jorge Abelardo Ramos y por qué Hugo Chávez Frías saluda marcialmente al busto de Juan Domingo Perón en el salón de los bustos presidenciales, cada vez que entraba a la Casa Rosada. Y, aunque parezca mentira, no eran muchos los chavistas que entendían ese gesto. Aún pesaba, y quizás aún pesa, en parte de la intelligentzia venezolana la vieja idea del carácter fascista del peronismo.
Han pasado los años. Lejos quedaron las listas de discusión por mail. Ya van 20 años desde aquella cumbre americana en Mar del Plata, cuando, entre la astucia de Néstor Kirchner y la torrencial palabra de Hugo Chávez, embarullaron a George W. Bush.
Y Carola sigue creciendo, junto con su amistad con la Argentina. Hoy puede exhibir el triunfo del chavismo en su Isla Margarita, en esa Nueva Esparta, de pelícanos y playas doradas, después de haber sido derrotado en 2021.
Cuando en estas tierras del sur vuelvan a flamear las banderas de Bolívar y San Martín, de Perón y de Chávez, la querida Carola nos volverá a visitar y nos volverá a regalar su sonrisa y su cariño.
29 de mayo de 2025.
17 de abril de 2025
Deng Tsiao Ping y Donald Trump
Así pues, el siglo XX marca el punto de inflexión entre el viejo capitalismo y el nuevo, entre la dominación del capital en general y la dominación del capital financiero.
El imperialismo, etapa superior del capitalismo, Lenin
En 1978, en una reunión plenaria del XI Congreso del Comité Central del Partido Comunista de China un completo desconocido para el gran público occidental se convertía en el político más poderoso de su país: Deng Xiao Ping. Tenía 77 años de edad y una vida dedicada a la lucha del Partido Comunista Chino, desde los 16 años, cuando se acercó a las células de la organización en Francia.
Casi treinta años habían pasado desde que Mao Tse Tung proclamara en Beijing el nacimiento de la República Popular China. A lo largo de esos años el Partido Comunista Chino había logrado ejercer su predominio en todo el dilatado territorio de su país, a excepción de la pequeña Ilha Formosa, como la bautizaron los portugueses, que se convirtió en la isla de Taiwan. La China de 1978 seguía siendo un país básicamente campesino, con bolsones de enorme pobreza y un par de núcleos de cierto desarrollo industrial. Varios intentos, bajo la conducción de Mao, fracasaron, aunque hay que dejar perfectamente en claro, que el proceso revolucionario había eliminado el latifundismo agrario, así cómo las clases vinculadas a la dominación imperialista.
La política llamada “El Gran Salto Adelante” y las llamadas “comunas populares” conformaron la principal propuesta tendiente a generar una alta productividad que sacaría al pueblo chino de su atraso precapitalista.
Se prohibió la agricultura intensiva, basados en la idea de la autosuficiencia comunal. Y se intentó una industrialización basada tanto en las comunas agrarias como con las industrias costeras. Una serie de contradicciones con la URSS, posterior al XXo Congreso del PC de la Unión Soviética, condujeron a una ruptura con Moscú. El Gran Salto Adelante terminó en un gigantesco fracaso económico, con una gran hambruna que produjo un número no determinado claramente de víctimas. Este fracaso fue continuado por lo que se conoció como “La Revolución Cultural”, una política de movilización de los cuadros partidarios contra una hipotética restauración del capitalismo, supuestamente conducida por altos cuadros de conducción del propio PCCh, entre ellos Deng Xiao Ping. El conflicto entre los dos países regidos por partidos comunistas le permitió a Mao un acercamiento con los EE.UU., quien veía a la URSS como su principal enemigo. Se inicia, entonces, lo que se hizo periodísticamente conocido como “Diplomacia del Ping Pong”. En 1971, nueve jugadores de tenis de mesa estadounidenses viajaron a China, siendo el primer grupo de deportistas estadounidenses en hacerlo desde 1949. En ese mismo año, la República Popular China reemplaza a la llamada República China, asentada en Taiwan, en las Naciones Unidas y ocupa su lugar en el Consejo de Seguridad. Al año siguiente, el presidente norteamericano Richard Nixon visita Beijing y se entrevista con el presidente Mao Tse Tung.
En 1976, con la muerte de Mao, y la destitución y encarcelamiento de lo que se conoció como la “Pandilla de los Cuatro”, un grupo de dirigentes partidarios que encabezaron “la Revolución Cultural” y la persecución de veteranos dirigentes comunistas, reapareció de su eclipse el anciano Deng Xiao Ping.
Su propuesta política se llamó “Reforma y Apertura”. Por un lado, introdujo ciertos mecanismos de mercado, sin contradecir con el carácter socialista de la política. Esto, más una mayor autonomía a las empresas del estado y facilitando la creación de empresas privadas, le permitió dinamizar la producción china. A su vez, Deng implementó, sobre la base de las excelentes relaciones con EE.UU. concretadas por Mao, la política de “puertas abiertas”, fomentando la inversión extranjera directa y la participación en el comercio internacional. Se crearon “Zonas Económicas Especiales (ZEE)” en la costa este de China, ofreciendo incentivos fiscales y regulatorios para atraer inversión y tecnología extranjera. Estas zonas se convirtieron en motores de crecimiento y centros de innovación.
La idea de Deng no era muy distinta a lo que en Rusia se conoció, en 1922, como Nueva Política Económica o NEP, impulsada por Lenin. Pero, esta vez, desplegada en un sistema internacional donde las empresas imperialistas, tanto norteamericanas como europeas, acudieron en masa, atraídas, en primer lugar por el precio de la mano de obra china. Así la producción china se incorporó masivamente al comercio internacional. La política de Deng no significó ni produjo una transición abrupta al capitalismo, sino que mantuvo el sistema socialista como base, con el control del Partido Comunista sobre el estado chino, e introdujo mecanismos de mercado para dinamizar la economía. Descentralizó la toma de decisiones económicas, otorgó mayor autonomía a las empresas estatales y permitió la creación y el crecimiento de empresas privadas. En el campo, permitió a los campesinos a arrendar tierras estatales, así como vender sus excedentes al mercado. Ello significó, rápidamente, un incremento en la producción agraria, alejando para siempre lo que había sido un flagelo durante dos siglos: la hambruna.
En concreto, la política iniciada por Deng Tsiao Ping, y que ha sido continuada hasta la actualidad, fue poner a la vieja China semicolonial y agraria en las condiciones productivas de un país capitalista industrial, capaz de generar las condiciones económicas para el ejercicio del socialismo y el control obrero sobre un país rico, pujante y en el que la clase trabajadora urbana, los técnicos, científicos y gerentes reemplazaron a los millones de campesinos pobres y analfabetos de 1949. Este y no otro es el sentido del famoso aforismo de Deng: “no importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. En su célebre texto “Construir un socialismo con peculiaridades chinas”, del 30 de junio de 1984, sostiene: “En las actuales circunstancias de atraso de nuestro país, ¿qué camino debemos tomar para desarrollar las fuerzas productivas y mejorar las condiciones de vida del pueblo? Este problema nos hace volver a la disyuntiva de persistir en el camino socialista o emprender el camino capitalista. Si se emprendiera el camino capitalista, podría enriquecerse un pequeño porcentaje de la población china, pero esto no resolvería en lo más mínimo el problema de asegurar una vida acomodada a más del 90 por ciento de la población. En cambio, ateniéndonos al socialismo y al principio de 'a cada uno según su trabajo', podremos evitar que se produzca una brecha demasiado grande entre ricos y pobres. Tampoco habrá polarización aun al cabo de 20 ó 30 años, cuando nuestras fuerzas productivas hayan crecido considerablemente”.
Esta es la historia inmediata del país con el que intenta enfrentarse Donald Trump. Esas políticas gestadas a partir de la década del '80 convirtieron a China en una gigantesca fábrica mundial, que inundó con sus manufacturas al mundo entero, incluido el mundo imperialista. Y como anticipaba Deng, los ingresos generados por esa fábrica se convirtieron en una prodigiosa modernización del país, de su infraestructura de comunicación, de sus rutas y puertos, y pasó de vender destornilladores baratos a vender avanzadísimos aparatos tecnológicos, celulares de última generación, microprocesadores y traer material recogido en la cara oculta de la Luna. Y, sobre todo, la enorme plusvalía de aquellos millones de trabajadores de bajos salarios se convirtió en una sociedad de bienestar extendida hasta los más profundos confines del enorme país. Por primera vez en doscientos años las tremendas hambrunas del siglo XIX han sido erradicadas del futuro del pueblo chino.
Las inversiones industriales yanquis en aquellos países de mano de obra barata produjo el efecto que ya en 1916 anunciaba Lenin en su “Imperialismo etapa superior del capitalismo”:
“Si, debido a ello, dicha exportación (de capital, JFB) puede tender, hasta cierto punto, a ocasionar un estancamiento del desarrollo en los países exportadores, esto sólo puede producirse a través de una mayor extensión y profundización del desarrollo del capitalismo en todo el mundo”.
No otra cosa ha ocurrido. La exportación de capital imperialista generó, en EE.UU., un lento e irrefrenable proceso de desindustrialización, paralelo al desarrollo capitalista de los países orientales, como India, Malasia, Indonesia y Vietnam. Estos países, otrora semicoloniales, con dirigencias y políticas nacionalistas han logrado, lentamente, salir del atraso, ser jugadores de primer orden en el comercio internacional, cuya moneda de intercambio es la de un país debilitado, más consumidor que productor y totalmente entregado al capital financiero.
Trump está intentando, con instrumentos arcaicos, reprimir el incontenible desarrollo económico, político y militar de la República Popular China. Implícitamente, esto significa reconocer la pérdida de la centralidad y hegemonía norteamericanas en la política internacional. Rompe con el primo dispendioso y vago, al que ha venido sosteniendo desde finales de la Segunda Guerra Mundial e intenta replegarse hacia adentro, al modo del viejo aislacionismo de Wilson, retornando a la nunca abandonada doctrina Monroe, de la que el aislacionismo forma parte.
Creemos que el intento no tendrá el éxito que se espera. En primer lugar, da la impresión de que esa política no tiene detrás una fuerte clase social que le dé sustento. Los grandes industriales yanquis no parecerían dispuestos a levantar sus fábricas en el mundo para volver a los EE.UU. Las empresas tecnológicas no están interesadas en el destino de la nación americana. En realidad, si Trump les regalara un estado donde establecerse, se independizarían de los EE.UU. y crearían un pequeño estado, casi virtual, de “nerds” e Inteligencia Artificial. El capital financiero, como sabemos, es el enemigo que Trump ha elegido no sin razón. Y los productores agrarios yanquis, alguna vez representados por el vicepresidente Wallace –y que fue una de las causas del enfrentamiento de EE.UU. con Perón, en 1945– , no es un sector social que esté en condiciones de impulsar esos objetivos. Para hacer “América grande de nuevo” tendría que hacerla socialista. Expropiar a los parásitos financieros, imponer desde el estado un plan de crecimiento y desarrollo, crear una banca estatal de inversión, disminuir el presupuesto militar e invertirlo en obras de infraestructura en el interior del país. Pero eso es imposible aún para Donald Trump. Son medidas socialistas que deben ser llevadas adelante por otra clase social que la burguesía yanqui, totalmente en manos del capital financiero. Ya no están en condiciones de aplicar el New Deal.
Pero, hasta ahora, Trump le dio un golpe al status quo que imperaba hasta ahora. Europa ya no será la misma. Rusia tampoco. Y dejó en evidencia la debilidad estructural de EE.UU debido a la hegemonía del capital financiero. Ya por eso se merece un lugar en la historia.
Buenos Aires, 17 de abril de 2025


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